Muchas veces reducimos mentalmente los problemas de ética de investigación a sus repercusiones sobre los seres humanos, y olvidamos cuestiones previas, básicas, como el objetivo que se pretende. Es lo que parece haber sucedido con el intento de devolver a la vida al extinto lobo gigante. Todo parece un divertimento de una cuestión técnica interesante y atractiva. Pero, ¿con qué objetivo? No parece haber ninguno claro, y más si se tiene en cuenta que no sabemos lo que pasaría si termina suelto en el medio ambiente, entre otras cosas. Parece haber dominado el imperativo de la técnica: si tenemos una herramienta, debemos emplearla. Reportaje en The Conversation: https://theconversation.com/
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