Bélgica legalizó la eutanasia en 2002, con una ley que contiene controles estrictos para proteger a los vulnerables. Ahora, el Insituto Europeo de Bioética ha publicado un estudio sobre la experiencia de estos años. Los resultados están muy lejos de ser alentadores. El argumento central es la ineficacia y parcialidad del órgano establecido por la ley para disipar las dudas de la opinión pública. Después de 10 años y cerca de 5.500 casos, ni un solo caso ha sido remitido a la policía. Por otra parte, casi la mitad de los 16 miembros de la Comisión de Control y Evaluación son miembros de Derecho a Morir, sociedad belga pro eutanasia. Con esto, no es extraño que se produzcan abusos de forma reiterada en distintos aspectos:
- Es necesaria una declaración escrita del deseo de eutanasia, ya sea por el paciente o por su representante. Sin embargo, a menudo la Comisión renuncie a dicha obligación.
- Inicialmente, los pacientes tenían que tener una enfermedad mortal e incurable. Hoy en día, la enfermedad sólo necesita ser grave y debilitante.
- Se supone que el dolor es insoportable. Sin embargo, un paciente puede rechazar la medicación para aliviar el dolor.
- Cada vez es mayor el ámbito de "sufrimiento psicológico".
- El suicidio médicamente asistido no está autorizado en la legislación del año 2002. Sin embargo, la Comisión ha ignorado esto y hace la vista gorda.
- Si el paciente va a ser eutanasiado en el hogar, se supone que el
propio médico tendría que ir a buscar los medicamentos letales a la farmacia de un farmacéutico registrado y devolver el medicamento
sobrante. En la práctica, son los familiares los que consiguen la medicina, no siempre de personal cualificado y nunca se ha registrado devolución alguna de los medicamentos sobrantes.
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