
Hoy domingo, arpovechando que tengo más tiempo libre leo en
El Mundo una de las páginas más siniestras de la pandemia del sida en Asia, consecuencia de la venta de sangre.
"En realidad nadie conoce con precisión la magnitud del infortunio,
pero los habitantes concuerdan en que más de la mitad de los que
comerciaron con su sangre se infectó...Bajo la presión del escándalo, Pekín prohibió la venta de sangre en 1998 e
intentó minimizar el
alcance de la controversia...Las
visitas de los periodistas extranjeros a los villorrios del sida solían
concluir con su
detención y expulsión de la zona.
Hubo alguno que se infectó después de haber vendido sangre solo en dos ocasiones. "El legado sigue siendo
devastador. El
número real de menores que nacieron con el VIH a consecuencia de este
infortunio tampoco se conoce, pero el vástago de Wang y Li es uno de
ellos. Aquí hay cerca de
600 o 700 niños que nacieron con el VIH. Sólo en esta aldea eran media docena pero únicamente dos siguen vivos", estima su padre. El
joven Wang Xuefeng asiste a la conversación cabizbajo. A sus 23 años, el estigma forma parte de la truculenta
herencia que dejó la "economía del plasma". "Toda mi vida me he sentido discriminado. Aún hoy. Los niños no querían
jugar conmigo en el colegio. Salían corriendo al verme", comenta. Después de que el Gobierno comenzara a distribuir de forma gratuita medicamentos
antirretrovirales a partir de 2003, las muertes se frenaron".
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