En eso se convirtió la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos 2024, en París. Todo un espectáculo, muy trabajado por cierto, de miseria hedionda, que hiere las conciencias de millones de ciudadanos de todo el mundo.
Ni espíritu olímpico, ni tolerancia ni multiculturalidad. Sólo bajeza, odio y cutrez. Algo huele a podrido en Europa.