En la semana 23 de gestación, Michael y Angela Bakker, se enteraron
con una ecografía que su pequeña Naomi Joy no estaba desarrollándose
adecuadamente y ya no crecía en el útero materno.
Distintos médicos le dijeron a la pareja que la bebé moriría en cuestión de tiempo y al menos dos veces les propusieron abortar.
Les dieron menos del 1 por ciento de posibilidades de sobrevivir y
si lo hacía, corría el riesgo de serias complicaciones como ceguera o
sordera. Entonces los Bakker se refugiaron en su fe.
"Dijimos que nos la llevaríamos
sin importar como nos la diera. Si era ciega, o lo que sea, sólo
queríamos a nuestra bebé", asegura Angela. “No nos íbamos a deshacer de ella porque no era correcto”.
A las 25 semanas de gestación, una preeclampsia puso aún en mayor riesgo su vida y la de su madre. Así que el 1 de julio, vía cesárea, nació la pequeña Naomi. Al nacer, Naomi tenía el tamaño de una bebé prematura de 19 semanas, y
pesaba solo 364 gramos, casi cien gramos menos de lo mínimo
habitualmente necesario para sobrevivir. Podía caber en la palma de una mano. Naomi Joy nació con los ojos aún sellados y todos sus órganos subdesarrollados. Pasó casi 5 meses internada en la unidad neonatal de cuidados
intensivos, afrontando diversos desafíos, como dos operaciones por
hernias y una enfermedad crónica pulmonar. Naomi alcanzó muchos hitos en sus cinco meses internada. Abrió los ojos,
llegó a pesar un kilo, respirar sin ventilador. El 19 de noviembre finalmente partió a casa junto a sus padres. Si bien continúan los desafíos, Michael y Angela se muestran confiados en el progreso continuo de su bebé y sobre todo en Dios.
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