Una vez terminados los periodos más problemáticos de la epidemia de COVID-19 (aunque no se puedan descartar resurgencias), es frecuente encontrar una actitud contraria a quienes no se han vacunado o no desean hacerlo.
Un artículo en The Atlantic muestra los muchos matices que tiene el problema (éticos, sociales, personales) y lo desaconsejable que resulta presionar a estas personas negándoles atención, avergonzándolas o culpabilizándolas.
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