Alabama ejecutó el jueves 25 de enero de 2024, con un método experimental, asfixia con nitrógeno, a Kenneth Eugene Smith, un preso condenado a muerte por el asesinato de Elizabeth Sennett, cometido a finales de los años ochenta.
La práctica para su ejecución, utilizada por primera vez en este estado, ha sido criticada por activistas contra la pena de muerte y por Naciones Unidas como “inhumana”. Fue un proceso que duró 32 minutos, de los cuales cuatro de ellos los pasó convulsionando a causa del nitrógeno administrado mediante una máscara ajustada a la cara. El reo falleció, tras quedarse sin oxígeno, más de media hora después de iniciarse la ejecución. Según los testigos, no fue una pérdida de conocimiento instantánea ni rápida como habían pronosticado las autoridades estatales. Smith, de 58 años, estuvo consciente varios minutos mientras el gas le invadía los pulmones, según los testigos presenciales.
Según dice El Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia "el sostenimiento de la pena de muerte y los crueles métodos utilizados para su ejecución, constituyen una flagrante violación del derecho a la vida de todo ser humano, aun cuando sus actos puedan suponer un riesgo para la sociedad. Resulta paradójico que países que han promovido la defensa de los derechos humanos sigan aplicando la pena de muerte. La crueldad de los métodos utilizados, las largas esperas desde la emisión de la sentencia hasta su ejecución, y los errores que han llevado a aplicar la pena capital a personas inocentes sin posibilidad de restitución, hacen inaceptable el mantenimiento de la pena de muerte en ninguna circunstancia, representando, como afirmó el ahora ejecutado Smith, un retroceso para la humanidad en todo caso".
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