El doctor Jesús Poveda recuerda a Oskar Schindler al salvar a miles de seres humanos que estaban destinados a la muerte. Fue uno de los pioneros del movimiento provida en España, cuando los
socialistas quisieron imponer la cultura de la muerte, en cuanto
llegaron al Gobierno allá por 1982. Después ha dedicado su vida a rescatar a niños, a convencer a chicas
de que debían llevar a término su embarazo, a ayudar a mujeres
desesperadas, o a plantarse en la puerta de los nuevos campos de
exterminio, cada 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes. Han
transcurrido más de 30 años y este caballero sin espada sigue luchando
por la vida, movilizando a una sociedad adormecida y perezosa,
desafiando a leyes injustas, e incluso pasando noches en el calabozo.
Resulta significativo que Jesús Poveda centre la cuestión del aborto en
términos psiquiátricos. Quizá a algunos les sorprenda. Conocemos de
sobra las objeciones éticas (que yo sepa no se ha abolido el 5º
mandamiento), jurídicas (no cabe mayor arbitrariedad que admitir la
masacre de inocentes), y democráticas (¿se puede decir, en rigor, que es
democrático un régimen que ha destruido dos millones de vidas, desde la
ley despenalizadora de Felipe González de 1985 y que no está dispuesto a
suprimir la ley de aborto libre de Zapatero?).
Pero la lacra también tiene un enfoque psiquiátrico. Una sociedad ha
enloquecido cuando se suicida abortando a sus propios hijos. Eso a
escala general, pero también a escala particular, porque cada mujer que
aborta está marcada psicológicamente para los restos, y en algunos casos
abocada al suicidio. Bien lo sabe el doctor Poveda, en su doble faceta
de especialista en neuropsiquiatría y en asistente, rescatador y paño de
lágrimas de miles de chicas que se han planteado deshacerse de su hijo o
incluso lo han hecho.
Ahora el periódico Actual entrevista al doctor Poveda. El titular no puede ser más optimista: "A corto plazo, sueño con convertir la Dator en una guardería".
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