Europa está inmersa en un invierno demográfico sin precedentes y se ha convertido en un continente viejo, con un gran déficit de natalidad agravado por el incremento del número de abortos y con cada vez menos matrimonios y más rupturas .
Así, los indicadores de población, de natalidad, de matrimonios, de ruptura familiar han empeorado sustancialmente en Europa, poniendo en evidencia que los problemas de familia se convierten en graves problemas de la sociedad.
Europa está en un invierno demográfico y ya hoy es un continente viejo -de hecho las personas mayores de 65 años ya superan en más de 18 millones a los jóvenes menores de 15 años-.
Así mismo, el problema de la natalidad se ha vuelto crítico ya que cada vez nacen menos niños (1,5 millones nacimientos menos que hace 40 años) y además hay un millón abortos anuales, que lo convierte -junto al cáncer- en la principal causa de mortalidad en Europa.
Por último, se está produciendo un desplome de los matrimonios, con cada vez menos matrimonios y más rupturas- 1 millón de divorcios anuales- y con los hogares vaciándose (7 de cada 10 hogares europeos no tienen ningún niño)”. Europa se está convirtiendo en una sociedad desestructurada, de individuos sin ningún tipo de interrelación, en una sociedad deshilachada .
Y a todo ello se suma la deficitaria conciliación entre la vida laboral y la vida familiar, que sigue sin resolverse.
Ante este sombrío panorama, se hace urgente una política de familia que no se limite exclusivamente a las políticas sectoriales o a planes integrales para los miembros de la familia en cuanto individuos, sino que se base en las perspectivas de familia.
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