Como él mismo relata en sus páginas, siempre fue una persona alejada totalmente de la fe. Hasta que en 1992, en el transcurso de las negociaciones para publicar ‘Camino’, de Josemaría Escrivá de Balaguer, el fundador del Opus Dei, conoció a Pippo Corigliano, el responsable de las relaciones públicas de la Obra. Tras esa primera vez, surgieron muchas otras conversaciones, gradualmente, más y más profundas. De un modo natural, sin nada extraordinario por el camino, Mondadori se fascinó con el cristianismo, siendo su deseo vivirlo de un modo pleno en el seno de la Iglesia. “Para mí –dijo entonces– ha sido un trabajo progresivo. Una sensibilidad que ha ido creciendo. Entendámonos, con muchas caídas, pero siempre con la voluntad de levantarme de nuevo”.
Un sacerdote respetuoso
En ese caminar, resultó clave conocer a un sacerdote que le acompañó de un modo respetuoso y realista: “Un cura excepcional. Me respetó muchísimo. Me empecé a fiar de él, a seguir sus sugerencias. Y, poco a poco, siguiendo lo que me decía, me di cuenta de que encontraba las respuestas que buscaba. Me invadió un gran entusiasmo, quería cambiar toda mi vida de golpe. Y él, el sacerdote, con gran realismo, me frenaba y me decía: ‘No tengas prisa Dios no te pide imposibles, ve con calma’”.
En ‘Conversión, una historia personal’, como se titula el libro escrito con Messori, el presidente de Mondadori concluyó que “la vida me ha demostrado que quien sigue la ortodoxia católica, que funciona desde hace dos mil años, no se ve nunca defraudado”.
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