La fe y la razón son fuente de conocimiento que no tienen por qué oponerse, más bien se complementan. Son muchos los científicos con profundas convicciones religiosas, y más que la religión, es la ignorancia el opio del pueblo. Ya hace algunas décadas, una de las luminarias científicas más grandes del planeta, el genetista Francis S. Collins, líder en la década de los 90 del Proyecto Genoma Humano, se descolgó con un discurso brillante: el tránsito del ateísmo a la fe, guidao por la mano de la razón y el progreso científico. Vale la pena leer su libro: "¿Cómo habla Dios?".
Ahora, el conocido biólogo Francisco J. Ayala, nacido en Madrid y nacionalizado en Estados Unidos, ha ganado el Premio Templeton, dotado con 1,2 millones de euros, que otorga una fundación británica a las personas que hacen aportaciones significativas al entendimiento entre fe y razón.
En bastantes ocasiones, Ayala ha criticado el creacionismo que defienden algunos grupos fundamentalistas protestantes, en Estados Unidos. Aunque él no se define en lo religioso, no es su campo, sí que defiende que la ciencia y la religión pueden mantener una relación complementaria. Propone que la idea de la evolución es compatible con la visión cristiana de la historia. "Dios creó un mundo donde el mal puede aparecer, el mal moral el físico y el biológico", refiriéndose a las muelas de juicio o el apéndice, ejemplos de cosas mal diseñadas. En vez de enfadarse con Dios que permite dolencias o terremotos, él prefiere no emitir un juicio: "¿Cómo leer la mente de Dios?".
Ayala no apoya la fuerte animadversión contra la religión de activistas ateos como Richard Dawkins, catedrático de la Universidad de Oxford, a quien considera amigo suyo. Recuerda que la ciencia en sí misna no tiene nada que decir sobre valores y que le parece inconcebible pensar que la religión desaparezca en un futuro próximo.
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