Voces feministas denuncian en Italia la mercantilización de mujeres y niños por la maternidad subrogada. En realidad, se trata de un mercado de mujeres y de niños. Una denuncia feminista de la maternidad subrogada ha reavivado en Italia el debate sobre este emergente mercado de “vientres de alquiler”. Todo empezó el pasado 28 de septiembre con un artículo en el diario La Reppublica que dio voz a un grupo de mujeres lesbianas, activistas del movimiento LGBT, contrarias a la “mercantilización de la mujer y de los niños” mediante los contratos de maternidad subrogada.
La utilización de mujeres como gestantes de niños por encargo se está convirtiendo en un foco de controversia en el seno del movimiento por los derechos LGBT. Para muchas parejas del mismo sexo –especialmente las de un alto poder adquisitivo–, recurrir a este método a través de algunas de las empresas que ofrecen a mujeres de alquiler, generalmente en países con un vacío legal sobre la cuestión, es la solución a su deseo personal de ser padres. Famosos de la industria del ocio, como el músico Elton John y su pareja, han contratado un “vientre de alquiler” para tener a sus gemelos. En Madrid, se celebró este año la primera feria de maternidad subrogada, en la que distintas empresas ofrecíeron sus servicios a parejas que desean encargar a sus hijos en este mercado.
Las implicaciones éticas de este nuevo negocio son profundas. Las empresas que se dedican a esta actividad casi siempre dicen que lo hacen sin ánimo de lucro, y que los pagos que reciben son solo para cubrir los gastos médicos de las mujeres gestantes. Según esta versión, lo hacen por puro altruismo, simplemente por satisfacer el deseo de paternidad de parejas acomodadas que pagan miles de euros por adquirir a sus hijos.
Pero, ¿qué pasa con los niños? ¿También aceptan ser traficados desde su madre natural a una pareja de extraños? ¿Se tiene en cuenta sus intereses? No cabe dudad de que estamos ante una nueva forma de eugenesia. Si un niño puede ya ser ‘fabricado’ mediante un ‘vientre de alquiler’, el siguiente paso en esta cadena es que ese ‘producto’ denominado niño sea perfecto, y para ello, habrá que desechar todo aquello que no cumpla los mínimos exigibles.”
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