Welcome everybody
If you long for life, culture and especially the truth, I must let you into a secret; you need to look no further because you have found me, Alberto!
I can't promise you won't still be hungry and thirsty, but we can have some fun times together and it will give you something to remember. Then tomorrow and beyond, you can reflect on what it is like to have a joyful day that in turn leads to a joyful heart.
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lunes, 29 de diciembre de 2008
NIÑOS ABORTADOS: LOS SANTOS INOCENTES DE NUESTRA ÉPOCA
Ésta fue una de las rotundas afirmaciones que el Cardenal Rouco, en la Fiesta de la Sagrada Familia, pronunció en la madrileña Plaza de Colón. Recordó la dignidad de personas desde el momento en que son concebidos en el vientre materno.
Si tuviera que escoger algunas palabras de la Homilía, me quedaría con éstas que me impactaron especialmente: Si quisiéramos cifrar la verdad del Evangelio de la Familia en un aspecto central que la inspira e ilumina en su totalidad, habríamos de afirmar: la función esencial de la familia es ejercer de cauce primordial para que el hombre descubra que su vocación, la que constituye la razón de ser de su existencia, es el amor: ¡participación en el amor verdadero, en el tiempo y en la eternidad!; por lo tanto ¡la participación en el amor que viene de Dios y a Dios lleva! “El hombre no puede vivir sin amor”, enseñaba Juan Pablo II en su primera Encíclica “Redemptor Hominis” (n. 10). Y añadía: el hombre “permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente”. Benedicto XVI, por su parte, también en su primera Encíclica “Deus caritas est” (n. 28, b), recordaba que “quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre en cuanto tal”. Cuando el varón y la mujer se entregan mutuamente para toda la vida en el verdadero matrimonio, se aman. Cuando no impiden que de la donación mutua de sus personas —de sus cuerpos y de sus almas— brote una vida nueva, la de sus hijos, pro-creados con Dios, están amando profundamente. Cuando los crían y educan con sacrificios sin cuento, siguen ejerciendo el amor bajo el signo de la Cruz gloriosa de Jesucristo. Y, los hijos… los hijos aprenden a amar experimentando cómo son amados gratuitamente, por sí mismos, y correspondiendo, de su parte, al amor de sus padres con su propio amor, desprendido y entregado sin reservas en la obediencia filial y en la compañía y sostén que deben prestarles durante todos sus días.
Si quieres leer el texto completo de la Homilía, pincha aqui:
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