Existe un silencio interesado y cómplice sobre los riesgos, para cada usuaria en particular y para la humanidad en general, del fenómeno contemporáneo de la normalización de la anticoncepción, parte fundamental de la cultura de la muerte que caracteriza a nuestra época.
Defender la vida no implica sólo luchar contra el aborto y la eutanasia, también exige denunciar esta conspiración de silencio sobre la mentalidad anticonceptiva, que genera actitudes de rechazo a la vida durante muy largos periodos de tiempo, con graves consecuencias para su salud, para la ética y para los equilibrios demográficos naturales.
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