"Cuando el consumo de un producto es adictivo, está al alcance de cualquiera y a menudo es gratuito, no es extraño que se “normalice”. Pero eso no quiere decir que sea inocuo. En la era de Internet, la pornografía ha invadido no solo los ordenadores sino también las mentes de muchos. Lo cual está teniendo unos costes en términos de salud mental, tensiones en las parejas y depreciación de la sexualidad" .
"La pornografía ha abandonado el rincón oscuro y clandestino que ocupaba hasta la década de los 80, y se ha instalado en la cultura popular. No es solo que el material pornográfico esté mucho más accesible gracias a Internet, no es solo que se produzcan cada año más cintas de este tipo (con una prevalencia preocupante, además, de pornografía violenta o degradante); lo más grave es su creciente aceptación social: las jóvenes posan descaradamente en actitudes pornográficas en las redes sociales; las estrellas porno aparecen con frecuencia en las mismas revistas sensacionalistas que cantantes, actores y otras celebridades destacables.
Jill C. Manning, terapeuta familiar que escribe un capítulo sobre la influencia de la pornografía en la mujer, recuerda cómo le llamó la atención ver a una adolescente que llevaba una camiseta en la que se podía leer: “futura estrella porno”. Aquello le hizo reflexionar: “¿Qué lleva a una joven a realizar tal anuncio? ¿Cuál es su significado? ¿A quién espera ofender o atraer? ¿Quién saca provecho de este tipo de productos? Y si se trata de una broma, ¿cómo y cuándo trabajar en la industria del sexo se hizo divertido en vez de desesperado y abusivo?”.
Coincido plenamente con el autor, me parece que lo peor de la pornografía es su aceptación social, ha dejado de ser algo oculto y vergonzante para convertirse al algo normal y divertido. Una de las conclusiones no desdeñables de los autores es que el actual consumo de pornografía en internet puede dañar especialmente a los niños.
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