Un programa, auspiciado por el Ministerio de Educación brasileño, conocido como Escuelas Sin Homofobia, incluye un botiquín anti-homofobia, con videos mostrando una caricatura de un niño masturbándose a la vez que está teniendo fantasías de sexo con un hombre, de adolescentes que conforman parejas de homosexuales, y de un estudiante transexual que se hace llamar “Bianca”. Después de una propuesta popular, la Presidenta de Brasil ha cancelado el programa. Desgraciadamente, no es un hecho aislado.
Junio de 2011 marca el 30 aniversario de la aparición de la epidemia de VIH/Sida, de gran impacto en la comunidad de gays y lesbianas. A primera vista puede parecer como la celebración de una conquista de nuevas libertades. Una licencia para actuar y comportarnos de cualquier forma que queramos.
Pero si no tengo otra razón para mi actuar moral que lo que dicta mi instinto, ¿dónde está la confianza entre nosotros para vivir en libertad?, ¿cuáles son nuestros límites morales?. Tan faltos de razones estamos, que necesitamos instancias públicas para proclamar nuestro orgullo? No estoy a favor de una absurda discriminación por motivaciones sexuales, pero tampoco me parecen lógicas las celebraciones horteras, que sólo sirven para atacar a los que no piensan como ellos.
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