Dicen que el bien es difusivo. En ocasiones, tengo la sensación que lo que de verdad es difusivo es el mal. Lo digo a tenor de algunas noticias en torno a la eutanasia. Sus defensores no se cansan de difundirla.
En Gran Bretaña, el doctor Philip Nitschke, activista desde hace tiempo a favor de la eutanasia, promueve la venta de un kit casero para ayudar a la gente a suicidarse. Esta última medida de este famoso defensor de la eutanasia está atrayendo amplias críticas en el Reino Unido, pero ahí sigue, seducido por Caronte, promoviendo la cultura de la muerte. Sería ilegal vender el kit, que utiliza el poder de una droga, el Nembutal, en el país de origen de Nitschke, Australia, por lo que se ha lanzado en Gran Bretaña. Un libro suyo publicado en 2005, "The Peaceful Pill Handbook" (Manual de la Píldora Pacífica), también se ha prohibido en Australia. El año pasado, su organización, Exit International, impartió una serie de talleres asesorando a la gente cómo suicidarse. Uno de ellos tuvo que cancelarse ante la oposición de las autoridades locales.
En Suiza, el fundador de Dignitas (de la que ya hemos hablado anteriormente en este blog), Ludwig Minelli, piensa ayudar a una mujer sanar a morir junto a su marido que es enfermo terminal. La esposa está sana, pero la pareja canadiense se comprometió a un pacto de suicidio para morir juntos. Minelli describe el suicidio como una "maravillosa oportunidad" que no debería restringirse a las personas enfermas o discapacitadas. El Times también ha informado de que más de una quinta parte de las personas que han muerto en Dignitas no tenían enfermedades terminales.
En Estados Unidos, la situación no es mejor. En el estado de Montana, una jueza dictaminó que una ley local que convierte en ilegal el suicidio asistido viola la constitución del estado, porque iría en contra del derecho a la privacidad, que protege la constitución. Argumenta que los enfermos terminales tienen derecho a morir con dignidad. Su sentencia, no obstante, ha sido apelada.
En Oregón, tenemos el caso de Randy Stoup, que sufría de un cáncer de próstata, al que se le negó ayuda económica del programa sanitario local del estado para quimioterapia, para tratar su enfermedad. La asociación que se encarga del programa sanitario respondió a la petición de Stoup ofreciéndole pagar el coste del suicidio asistido.
No nos engañemos. La frase "derecho a morir" no pasa de ser un absurdo de moda, un eufemismo con el que intentan esconder la más cruda realidad, como ya denunciara Dominic Lawson en un artículo de opinión para el Sunday Times del 14 de diciembre del año pasado. "No estamos hablando del derecho a morir, sino del derecho a ser asesinado en un momento. Esto requiere que otros maten y, por esta razón, la mayoría de los médicos no quieren tener nada que ver con ello" argumentaba Lawson.
Con lo bonito que es dejar que cada uno muera a su debido tiempo: hoy he recibido la noticia del fallecimiento de un matrimonio, parientes de un amigo mío, más de 90 años cada uno de ellos, y han fallecido el mismo día en el mismo hospital por dos procesos totalmente diferentes.