Acabo de leerlo y no he encontrado nada superfluo en sus 352 páginas. Ahora, que nos hemos visto sorprendidos con unas declaraciones del Papa Benedicto, sobre los males que aquejan a la Iglesia, no me resisto a transcribir lo que dice el Cardenal Sarah, a propóstio del relativismo:
"En un sistema relativista todos los caminos son posibles, como fragmentos múltiples de un avance del progreso. El bien común es fruto de un diálogo continuo entre todos, un encuentro de distintas opiniones particulares, una torre de Babel fraternal donde cada uno posee una parcela de verdad. El relativismo moderno llega incluso a pretender ser la encarnación de la libertad. Así esta última se convierte en la obligación imperiosa de creer que no existe ninguna verdad superior: en este nuevo Edén, el hombre que rechaza la verdad revelada por Cristo se hace libre. El vivir juntos se convierte en un horizonte infranqueable, en el que cada individuo puede contar con su visión moral, filosófica y religiosa. En consecuencia, el relativismo arrastra al hombre a crear su propia religión, poblada de múltiples divinidades más o menos patéticas, que nacen o mueren a capricho de las pulsiones en un mundo que no puede sino recordar a las antiguas religiones paganas.
Dentro de este yugo totalitario, la Iglesia pierde su
carácter absoluto: sus dogmas, su enseñanza y sus sacramentos son prácticamente
ilícitos o se disminuye su rigor y su exigencia. La Esposa del Hijo de Dios
queda marginada en medio del desprecio que genera la cristianofobia, pues es un
permanente obstáculo. La Iglesia se convierte en uno más, y el objetivo
filosófico es su muerte por disolución progresiva: los relativistas esperan con
impaciencia esa gran noche. Trabajan para el advenimiento del reino de las
tinieblas".
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