La Iglesia Católica no se opone a los trasplantes de órganos, pero prohibe extraerlos cuando no se ha confirmado la muerte. En un reciente artículo del diario
El País, se critica una supuesta oposición de la Iglesia Católica a algunos transplantes.
En palabras de
Rafael Matesanz, creador en 1989 de la
Organización Nacional de Trasplantes (ONT) española,
“incluso hoy, la Iglesia Católica sigue presionando para impedir
algunos tipos de trasplantes, en países como Italia y Polonia”, sigue
afirmando en el mismo artículo: “Yo fui durante tres años asesor de
trasplantes en la Toscana y allí se nota la influencia del Vaticano. En
Italia no han conseguido introducir la donación en parada cardiaca por
las presiones de la Iglesia católica”.
Cuando uno lee esto, aderezado por otros
datos muy negativos, nos parece que hay una cierta información sesgada sobre la
posición de la Iglesia Católica sobre ese tema. El conflicto radica, en realidad, en el transplante post-mortem, y a
la dificultad que surge ante la delimitación precisa de los criterios para establecer la muerte de un paciente con la máxima seguridad, a efecto de serle extraídos sus órganos que se utilizarán para trasplante.
Me parece muy oportuno el artículo en
Observatorio de Bioética en el que se hace una profunda reflexión de lo que dice la Iglesia sobre los transplantes.
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