Cristina es una de las muchas personas que sufre en nuestro país el síndrome post aborto. He leído recientemente su relato, las presiones que recibió en el entorno familiar y social para abortar a su hijo diagnosticado con trisomía 20. Asegura Cristina que en el hospital no le dieron en ningún momento explicaciones sobre el estado de su bebé, únicamente recibía orientaciones para abortar de acuerdo con el protocolo.
"No me dieron tiempo para pensármelo", señaló la madre y recordó que le administraron un fármaco abortivo. "Dos horas más tarde, fue entonces cuando noté que mi bebé empezaba a dar patadas con sus piernecitas y sus bracitos. No fue un segundo, sino un buen rato. Me sentí una asesina, pero yo en el fondo no quería estar ahí; nadie me ayudó", indicó.
“Nosotros investigamos y vimos que tenía las orejas más bajas, la nariz más ancha, pero no conocíamos la trascendencia de la enfermedad; sorprendentemente los médicos tampoco”.
Ahora Cristina se arrepiente y lamenta que nadie le ofreciera ninguna alternativa. Después del aborto, cae en una profunda depresión, pues habría preferido tener a su hijo aunque viviera poco o estuviera enfermo.
"Pensé que no debía ser la única que me encontraba en esa situación; así que me metí en Internet y contacté con
Su drama no termina aquí. Luego de la penosa experiencia, Cristina resultó embarazada por segunda vez. En el hospital la sometieron a una prueba de diagnóstico prenatal, que supuestamente no tenía riesgos, pero perdió al bebé.
El mensaje de Cristina es claro: Si alguien se plantea abortar a su hijo malformado, "que se lo piense muy bien, que se informe de las consecuencias y que valore también la posibilidad de tenerlo".
1 comentario:
Te apoyamos mogollón. Y estás haciendo mucho bien. Me gustaría decírselo a ella personalmente, y lo pongo x escrito aquí
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