FUGA DE CEREBROS

En los últimos años, los avances en las nuevas tecnologías y técnicas que suponen manipulación de la vida humana -clonación, utilización de células madre embrionarias, diagnóstico genético preimplantacional, bebés medicamento, etcétera-, han supuesto un gran impacto en el ámbito médico, pero también en el bioético. Es cierto que, en ocasiones, estas tecnologías han supuesto más incertidumbre que progreso real. Pero no olvidemos que la tecnología es neutra y la visión que tenemos depende fundamentalmente de la utilización que le damos.

Una de las aventuras científicas más ambiciosas en la actualidad es conocer los cambios genéticos que predisponen a padecer un tumor. A esa misión se ha lanzado un consorcio internacional, formado por 200 científicos de 10 países distintos; de ellos, 2o son españoles. El objetivo es descifrar los genomas determinantes de los 50 tipos de cáncer más comunes. Es un proyecto de largo recorrido, que se espera pueda terminarse para el año 2015. La tarea concreta de los investigadores españoles se centra en descifrar los genes de la leucemia linfática crónica.

Ya se han publicado en Nature los primeros cinco genomas completos de pacientes aquejados de este tipo de leucemia. Sorprende el número muy elevado de mutaciones, en torno a 3.000 mutaciones. El problema que se plantea ahora es descubrir el papel de cada una de ellas y su relevancia, si son mutaciones conductoras, responsables del desarrollo de la enfermedad, o simples acompañantes del proceso.

Son muchos los científicos españoles que trabajan seriamente. Hace unos días, me hacía eco, en este mismo blog, del Premio Templeton otorgado a Francisco José Ayala. Es sabido que España consitituye un claro ejemplo de fuga de cerebros. Es un lastre que el Gobierno de Zapatero no ha hecho nada para solucionar. Bien haría el Gobierno en potenciar la investigación pura y la investigación aplicada, para que ningún científico serio se vea en la obligación de emigrar.