De nada sirve hacer una declaración de principios a favor de la vida humana, si después obliga a los médicos a hacer de promotores del aborto en contra de su saber científico. Nunca un médico o un familiar del paciente deben disponer de la muerte de otra persona, con o sin sedación posible. La dignidad de la vida y de la muerte de una persona está muy por encima de criterios económicos o de conveniencia.
Esa falta de respeto por la dignidad de la vida humana choca frontalmente con una larga tradición médica de muchos siglos. Sirva como botón de muestra la frase grabada en una estatua del médico de Estados Unidos, E. L. Trudeau (1848-1915):
Curar, a veces;
Ayudar, bastante;
Consolar, siempre.
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